jueves, 10 de febrero de 2011

El amor virtual y el amor real. ¿Son tan distintos?

Pocos sentimientos son tan intensos como el amor. Podríamos decir que es el motor de nuestra vida y una de las experiencias más motivantes que podemos sentir. En un entorno tan romántico como es Second Life y próximos a la fecha de San Valentín, pareció oportuno dedicar la reunión del 9 de febrero al tema del “amor virtual”.



El amor “real o virtual” es una emoción y como tal es algo intenso y que se escapa a nuestro control voluntario. Pero es una emoción secundaria y por lo tanto tarda en aparecer, es decir que requieren de la socialización y de un proceso de maduración de nuestro sistema nervioso para manifestarse. A diferencia de por ejemplo el miedo, emoción primaria, que se presenta prácticamente desde que nacemos, el amor, como la vergüenza, necesita que tengamos consciencia de nosotros mismos como seres diferenciados de los demás para ponerse de manifiesto.

Por lo demás es una sensación sublime que implica pertenencia, entrega y trascendencia, que hace que nos sintamos tremendamente felices o tremendamente desgraciados, en todo caso es una emoción especial que nos mueve como personas y como especie, despertando grandes sentimientos de empatía entre los que la contemplan.

¿Por qué nos enamoramos?, pues primero porque estamos predispuestos hacia ello. El amor es algo que asegura el mantenimiento y la supervivencia de nuestra especie. Nos lleva a formar parejas y a reproducirnos. Esto, que visto así es algo totalmente carente de romanticismo y efectivamente tiene una motivación puramente práctica, es lo que subyace tras la ternura de nuestros sentimientos.



La evolución es una cosa muy seria y a lo largo de millones de años de historia ha aprendido cuales son las mejores maneras de asegurar la permanencia de cada especie. En los humanos la emoción más intensa, el amor, está ligada al establecimiento de una pareja. Por otra parte, la sensación placentera natural más intensa se produce por el sexo. Entre una cosa y la otra, la reproducción y la crianza de la prole en un entorno estable está asegurado.

De hecho, el matrimonio, fenómeno cultural que normalmente se entiende como consecuencia del amor, es la pieza que nos faltaba para el establecimiento de un núcleo social, la familia, que proporciona la estabilidad necesaria para nuestro desarrollo como persona. Tanto es así que las únicas sociedades humanas que han logrado desarrollarse son las que en un momento dado de su historia, adoptaron semejantes usos culturales. En su mayoría este tipo de procesos no son conscientes, ocurren por el sistema de “ensayo – error” en el que las poblaciones que no daban con la respuesta correcta simplemente se extinguían.

En nuestra sociedad occidental la forma familiar por excelencia es la derivada del matrimonio monógamo con establecimiento de una familia nuclear, entroncada por los dos progenitores y su progenie, cada vez más reducida, formando una estructura independiente, algo bastante distinto de las familias extensas tan populares antaño, sobre todo en el medio rural.

Esto nos sitúa entonces ante el matrimonio como estructura monógama y con un amplio carácter de permanencia. Pero ¿esto es así?, ¿somos monógamos y “fieles”?. Socialmente sí y ello tiene las ventajas de estabilidad mencionadas, pero biológicamente no hay argumento que ampare semejante costumbre. De hecho existe una aparente contraposición entre la tendencia de los “machos” de cualquier especie a propagar sus genes cuanto más mejor y la de las hembras a asegurarse la protección de su prole.



Second Life: Amor virtual por Internet
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Independientemente de otros logros sociales, ahora estamos en una época en la que podemos vivir sin ajustarnos a los imperativos biológicos o culturales que marcaron nuestra especie durante toda su historia y una de las cosas que más ha contribuido al cambio de nuestras costumbres ha sido Internet, que como un nuevo entorno social está revolucionando la manera de relacionarnos.

Utilizando las distintas posibilidades que “la red” ofrece, la gente se comunica y se relaciona, convive y se enamora, siendo las relaciones sentimentales una de las experiencias que más llama la atención de cuantas se dan en los mundos virtuales.

En nuestras reuniones repetidamente hemos comentado que las características de intimidad, anonimato y consecuente libertad con las que nos movemos en este entorno nos hace ser más audaces, atrevidos y quizás incluso más atractivos al tener menos miedo de mostrarnos como somos y manifestar nuestras preferencias.

Hay quien dice que los que estamos en Second Life tenemos algún tipo de problema en la vida real del que nos olvidamos o liberamos cuneado entramos en el mundo virtual. Es una afirmación extendida y probablemente cierta en algunos casos, pero evidentemente limitada. Las motivaciones son muy diversas y problemas es evidente que todos tenemos, lo que quizás es más común aquí es la tendencia a compartir esos problemas con los demás en una especie de terapia de desahogo.

La empatía que podamos experimentar hacia la persona que se sincera con nosotros, nos hace sentir su problema de una manera muy cercana que quizás favorezca una revelación mutua que a buen seguro estrecha lazos afectivos, incluso muchas veces sentimentales. Este hecho, tremendamente frecuente en Internet, se ve modulado en Second Life por las características ideales del entorno, en las que conscientemente sabemos que los paisajes no dejan de ser dibujos, lo mismo que el aspecto de la gente con la que hablamos. Pero nuestro inconsciente ya ha ido por delante de nosotros y se ha dejado embaucar por la fantasía.

Tendemos a sublimar las características de la otra persona, haciéndolas mejor o peor de lo que son. Si nos cae mal tendemos a pasar de ella y la cosa no va más allá, pero si nos cae bien la idealizamos, nuestra imaginación tiende a suplir la información que nos falta y al cerebro no le gustan las medias tintas, prefiere pensar en términos de bueno o malo. Es decir que de lo malo solemos pasar, pero lo bueno lo hacemos mucho mejor que lo que es.



Si esa persona a la que no conocemos ha conectado emocionalmente con nosotros, es mucho más fácil aquí que en la realidad llegar a establecer vínculos sentimentales. En nuestra vida cotidiana no tendemos a enamorarnos de todo chico o chica que nos cae bien. Aquí tampoco, pero sí es más frecuente. En la vida real estamos constreñidos por toda una serie de condicionamientos sociales, además no tenemos el anonimato que nos ampara aquí. Podemos coquetear o entrar en esos juegos de cortejo que todos conocemos, pero somos conscientes de las consecuencias que pueden tener y si no son apropiadas es probable que decidamos contenernos.

Aquí tenemos la percepción de que tales consecuencias no existen o son mínimas. Nos ampara el anonimato ¿qué puede pasarnos?. Además esto no es real, es como un juego, no hago daño a nadie. Pero aunque muchos de los que mantienen relaciones sentimentales en Second Life manifiestan no tener sensación de infidelidad respecto a su pareja real, como se dijo en la reunión del pasado día 9, pocos se lo cuentan a sus parejas.

Jugar a enamorarse es peligroso, los sentimientos no diferencian lo real de lo virtual y aquí a veces el amor nos pilla desprevenidos.

Por otra parte, nuestras parejas reales no se sentirían cómodas si supiesen que mantenemos una relación sentimental paralela, aunque sea con alguien que nunca conoceremos. Y ese alguien, además de un bello avatar, es una persona con una sensibilidad que podemos herir si no somos conscientes que detrás de nuestra vida virtual hay sentimientos reales.

El caso es que quienes experimentan el amor virtual hablan de ello como algo muy intenso. La idealización de la otra persona y el hecho de que en este entorno nada contradiga las expectativas que sobre ella nos hemos formado, hace que el tono emocional se dispare y nuestro platónico amor adquiera las características de “amor adolescente” o “primer amor”, por muy mayores que seamos y muchas veces que nos hayamos enamorado.

Lo que ocurre es que aquí estamos experimentando el amor en un entorno nuevo, con nuevos sentidos y sin las limitaciones de la vida real. El contacto que nos falta lo suple la emotividad y de ahí que a veces los que lo han experimentado también hablen de ello como un “amor más puro” o “la esencia del verdadero amor”.

Lo que también es cierto es que el amor virtual suele ser bastante efímero. Si en la realidad un “amor eterno” no suele durar más de un año y medio, por lo menos respecto a la intensidad con la que los dos amantes lo declaran al principio, en la vida virtual el amor suele ser aún menos duradero. Quizás la causa sea que esas enormes expectativas que lo hicieron germinar veloz e intensamente, al verse tarde o temprano contrariadas hacen que el sentimiento de decepción sea también tremendamente intenso.

El caso es que este mundo virtual permite a mucha gente un pequeño resquicio para saltarse las reglas sociales de la monogamia y mantener una nueva relación sentimental que al ser en una realidad diferente, tendemos a pensar que no interferirá con la que ya mantenemos, como si por el hecho de ocurrir en mundos diferentes implicase que las amparan “jurisdicciones diferentes”, cosa que ya hemos dicho que no es cierta y que el amor no hace distingos.

El caso es que nuestras parejas reales se sentirían bastante celosas si supiesen que mantenemos una relación paralela, aunque sea virtual. Pero además, aunque no lo sepan y de hecho no las mantengamos, se pueden sentir celosas por el tiempo que pasamos en un mundo que les es ajeno y que implica que tenemos unas experiencias vitales en las que no participan, además del tiempo que por estar en mundos como Second Life quitamos a la convivencia con la otra persona.



Un aspecto curioso que también surgió en la reunión del día nueve, es el hecho de cómo influyen las relaciones sentimentales virtuales respecto a las que mantenemos con nuestra pareja en la realidad. Hablando con gente que ha tenido este tipo de experiencias me he encontrado con dos extremos contradictorios. Por una parte el esperado de que al descubrir una relación nueva se han dado cuenta de la monotonía y el poco interés que le despertaba su pareja real. Por otra parte un fenómeno contrario. El establecimiento de una relación nueva ha exacerbado su emotividad, haciéndole una persona más cariñosa y considerada, aspecto del que sus relaciones reales se han beneficiado considerablemente, sin que ello tenga que ver con un complejo de culpabilidad debido al “adulterio virtual”, por lo menos según lo que declaraban los interesados.

El caso es que esto de los celos que evidentemente pueden surgir es algo de lo que podríamos hablar largo y tendido. Como en el caso del amor, sus implicaciones en el mundo virtual pueden llegar a sobrepasar las connotaciones que tienen en el real y en todo caso es mejor dejarlo para una próxima reunión.

De momento esto es todo. Saludos y ¡Feliz Día de San Valentín!.




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